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BLOQUEADOR INTERNO #2: ACTUAR A LA DEFENSIVA

Recientemente vi el video de un gato de una familia que, desde dentro de la casa y por un gran ventanal trasparente observaba paralizado a un fornido oso negro que activamente buscaba un acceso a la vivienda, y que además parecía hambriento. Todos reían nerviosamente, hasta que el imponente animal se levantó y puso una de sus patas sobre la cerradura de la puerta. Estaba bien cerrada y segura, pero en un acto reflejo, el papá corrió y la sostuvo. No estaba dispuesto a exponer a su familia. Al rato, y para el alivio de todos, unos ruidos externos motivaron al oso a buscar su merienda en otro lugar. ¡Uf!

Es muy saludable protegernos de lo que nos puede hacer daño. Es bueno limitar el acceso de entes externos desconocidos hacia aquello que valoramos. Por eso tenemos puertas y muros, rejas y cercos eléctricos. El problema surge cuando comenzamos a percibir como amenaza aquello que no lo es. Por ejemplo, cuando una simple crítica de parte de un amigo genera una respuesta tosca o defensiva en nosotros, o la objetiva retroalimentación de un jefe activa en el subordinado un reflejo de supervivencia, como el de pelear, huir o paralizarse, algo no está bien. No existe un riesgo real para nadie, pero desde la inseguridad que la persona siente en esa área, lo percibe como una genuina amenaza. Pero ¿por qué debería un adulto sano percibir como peligrosa una situación que no lo es?

Nuestras creencias tienen ese poder. En el mundo corporativo, la competencia es intensa y por ello se venera el desempeño extraordinario. El reconocimiento va para quienes alcanzan y superan los resultados. Ahora bien, si para mí el desempeño laboral, por ejemplo, es la medida central de quien soy y de cuanto valgo, o si mi identidad como ser humano está íntimamente asociada a mi título y éxito profesional, cada vez que me encuentre expuesto a una situación donde puedo fracasar o simplemente cometer un error, mi sistema nervioso simpático se activará y disparará un reflejo similar al del tipo atacar, huir o paralizarme. Esto ocurre no pocas veces en las oficinas, pero hemos aprendido a mitigarlo y manifestarlo de manera discreta y sutil. La persona no ataca físicamente a su jefe ni sale corriendo de la oficina (aunque desee hacer ambas cosas), pero se puede volver defensiva. ¿Cómo lo notamos? Comienza a responsabilizar a otros, a justificarse o a actuar con autocompasión, con actitud de víctima. Su reacción a la corrección del superior es desproporcionada porque su valía profesional (y quizás aún su estima personal) está entrelazada con su desempeño. Esto puede hacer que la persona perciba una apropiada retroalimentación o una crítica constructiva, como una acusación injusta e incluso como un ataque personal.

Es un poco como aquel individuo que se expuso demasiado a los rayos del sol en la playa, y cuando al final del día un amigo le dio una gentil palmada en la espalda para saludarlo, el ardor le hizo defenderse y gritarle que no lo hiera. El problema nunca estuvo en la otra persona, sino en la sensibilidad de su espalda.

¿Cómo puedes deshacerte de la actitud defensiva? Si con frecuencia nos encontramos queriendo responsabilizar a otros o bien justificarnos a nosotros mismos con el fin de no ser expuestos, es muy probable que estemos actuando a la defensiva. El principal temor de la mentalidad defensiva es el ser vulnerable. Si soy un poco agresivo con la contraparte (reflejo de atacar), me quedo callado (reflejo de paralizarme) o procuro escapar del problema (reflejo de huir), no estoy abordando la raíz del conflicto, sino que lo estoy evadiendo. Pero si combino la humildad suficiente para aceptar que no puedo ser perfecto en todo, con el coraje necesario para atreverme a ser vulnerable y exponerme a la corrección, a la crítica constructiva, a la opinión de alguien, entonces podré ver objetivamente hacia adentro, entenderme mejor, y mejorar. Necesito aislar y remover el área en la que estoy recibiendo retroalimentación separándola de mi ser interior. Yo no estoy siendo juzgado ni soy lo que otros opinan. Tampoco soy mi desempeño. Soy un ser humano con virtudes y oportunidades. En ese estado, mis defensas, mis escudos bajan y puedo evaluar mis actitudes objetivamente y, eventualmente corregir el rumbo.

El solo hecho de consentir en evaluar esas opiniones ya me ayuda a crecer.

Tómate unos minutos y obsérvate a ti mismo y evalúa si tiendes a actuar defensivamente. Atrévete a pedirles su opinión sincera y específica a algunos de tus seres queridos o compañeros con quienes te sientas seguro. Toma un cuaderno y escribe de tu puño y letra respuestas a las siguientes preguntas:

  • ¿De qué te defiendes?
  • ¿Para qué te sirve defenderte?

Trae a tu memoria alguno de esos comentarios que te molestaron y que te pusieron a la defensiva, e imagínalos como dardos que salen de la boca de la otra persona. ¿En qué parte de tu cuerpo físico caen? ¿Dónde te duelen? Medita en ello

¿Qué experiencia crees que te llevó a protegerte así? ¿A quién has visto actuar de esa manera? ¿Quizás alguien de la familia durante tu infancia?

¿Qué pasaría si bajaras las defensas y te permitieras ser vulnerable, ser tu mejor tú, tu verdadero tú?

Cuando actúas defensivamente, te quitas la oportunidad de crecer. Algunas plantas son mucho más fructíferas después de que se les podan algunas ramas, pero si el jardinero pone clips para que las ramas no cambien, no obtendrá un árbol sino un bonsay. No crecerá. Por el otro lado, cuando exponemos algunas plantas a la luz del sol, fructifican, crecen y echan fuertes raíces.

Necesitamos encontrar la raíz de toda actitud defensiva, y demolerla. Si no lo hacemos, no podremos alcanzar nuestra mejor versión.

BLOQUEADOR INTERNO #3: NO ADMINISTRAR LA PRESIÓN

El tercer bloqueador interno que considero más destructivo para el líder es el no poder administrar la presión, y lo he dejado de último porque puede operar en combinación con los otros dos descritos anteriormente. No es difícil pronosticar que una persona con un esquema de pensamiento rígido quien además actúa defensivamente va a tener mayores retos para superar el estrés que el individuo que está convencido de que puede mejorar y que, luego de fracasar en algo o cometer un error, en vez de victimizarse a sí mismo o a otros, tiene la capacidad de preguntarse: “¿cómo puedo hacerlo mejor la próxima vez?”

Administrar la presión no tiene tanto que ver con el resultado de tus acciones en sí mismas como con la manera en que interpretas dichos resultados. Por ejemplo, el desempeño de las ventas del mes puede ser exactamente el mismo para tres vendedores. Digamos que no se lograron los objetivos por una diferencia del 20% y todos recibirán solo la mitad de sus comisiones. Un catastrofista lo percibirá de una manera muy diferente a la de un perfeccionista o de una persona defensiva. El catastrofista se puede preocupar mucho porque cree que esto lo llevará a perder su trabajo; el perfeccionista puede culparse a si mismo por no haberle hecho suficiente seguimiento a uno de los clientes y pasar días acongojado por ese error, mientras que el defensivo puede culpar a la falta de apoyo de otro departamento o decir que no es justo que le exijan tanto porque tiene poca experiencia en ese rol.

Sin duda cualquiera de estos tres individuos experimentará un nivel de presión mayor que el de un cuarto vendedor que esté exactamente en las mismas circunstancias, pero tiene una mentalidad de crecimiento y no defensiva. Una persona con la suficiente autoconciencia e inteligencia emocional para cumplir estos cinco pasos naturales:

  1. Aceptación: es una realidad irreversible y negarla o culpar a otros no va a mejorarla.
  2. Diagnóstico: determinar la situación de manera objetiva: en este caso, analizar el resultado contable de sus ventas.
  3. Análisis: determinar las causas: ¿qué ocasionó estas diferencias? ¿Qué se hizo o faltó hacerse? Nota: el objetivo no es entender, no culpar.
  4. Pronóstico: ¿cuáles son las posibilidades de que la situación se repita? Riesgos en el horizonte.
  5. Prescripción: ¿qué haremos diferente para que el resultado futuro sea diferente? Acciones y actitudes

Un secreto que me ha funcionado para reducir la presión a un nivel más manejable es quitar un poco la atención de nosotros y de cómo la situación nos puede afectar negativamente en el futuro. Las carreras exitosas se construyen a través del tiempo y un error no va a destruirla (así como un acierto aislado no va a llevarte en la cima). No te conviertas en un adicto al reconocimiento. Entendamos que cometer errores es parte de hacer negocios. Súbele el volumen a la situación en sí y sus causas, con el fin de hacer avanzar a tu empresa o equipo, y bájaselo a tu propio sentido de importancia. Esto requiere una fuerte dosis de ambos: seguridad en uno mismo y humildad para lograr vernos hacia adentro.

Hay muchos otros bloqueadores internos, pero creo que estos son de los más relevantes. Todos los bloqueadores internos están interconectados y unos impactan a otros. Nuestro ego tiende a buscar excusas y justificaciones, a culpar a otros o a nosotros mismos. Nada de ello te ayuda a ti ni a tu empresa a crecer ni a cumplir su misión.

Si quieres derribar estos bloqueadores internos que te impiden desarrollarte al máximo de tus capacidades y potencial, estás solo a una decisión de distancia. Yo puedo ayudarte.

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Gracias por tomarte el tiempo para leer mis posts. ¡Te deseo muchos éxitos!

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