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PARTE 1: TRES BLOQUEADORES INTERNOS

“La medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar.” Albert Einstein

Cuando las cosas no salen como aspiramos, nuestra naturaleza tiende a buscar excusas, y esas excusas a su vez tienden a buscar culpables. Somos lentos para reconocer nuestros errores y rápidos para responsabilizar a otros: Los otros gritan, pero yo no, yo proyecto la voz. Los otros se asustan, pero yo no, yo soy prudente. Otros chismean, pero yo no, yo solo comparto información. La lista es interminable, y es un sesgo que todos tenemos y en el que nuestro mayor adversario puede ser nuestra propia mente, nuestra manera de pensar, de ver, y sobre todo nuestra forma de juzgar eso que vemos.

Muchos expertos opinan que una cualidad esencial de un gran líder es la autoconciencia, la capacidad de observarnos objetivamente y con menos sesgos que la mayoría de la gente. Pero pocos nacen con esta cualidad. La buena noticia es que ésta es una competencia blanda que todos podemos desarrollar, pero que de entrada demanda un requisito ineludible: genuina humildad. Es difícil ejercer asertividad e inteligencia emocional cuando somos engreídos o estamos muy preocupados por nuestra imagen, porque las emociones nos pueden hacer errar.

Recuerdo en uno de mis primeros trabajos, a un compañero que no se había graduado de su carrera de Administrador de Empresas porque cuando se inscribió en la universidad, la facultad de Contaduría Pública (que era lo que él quería estudiar), aun no estaba abierta. El Decano le sugirió que comenzara a estudiar Administración ya que el pensum de los primeros 3 años de ambas carreras era muy parecido y luego, una vez creada la carrera que él quería, podría hacer la equivalencia y graduarse sin atrasos. Le pareció bien a mi compañero e inició sus estudios. Desafortunadamente, luego de 3 años, la carrera de Contaduría aún no se abría debido a algunos inconvenientes internos de la institución. Mi amigo simplemente se paralizó por su enojo y comenzó a visitar cada 2 o 3 semanas la universidad, reclamando sus derechos de manera poco asertiva, y enviando cartas amenazantes. Le sugerí que negociara con la universidad un descuento especial y se graduara en Administración, y que luego hiciese una maestría en finanzas, que era su área de preferencia. Sé que ese no era su plan, pero ya había perdido 2 años esperando y la situación no parecía mejorar. Este joven intelectualmente inteligente, esforzado y disciplinado estaba atascado en la situación. Su respuesta a mi propuesta fue que de ningún modo haría eso porque su integridad no estaba en juego y él no aceptaría algo diferente a lo prometido. Luego le perdí la pista, pero la última vez que supe, unos 10 años después, la carrera de Contaduría aún no existía en dicha institución. Espero que haya tomado mi consejo…

Este es un ejemplo de un bloqueador interno. Una creencia que nos limita e impide que evaluemos alternativas. Creencia que nos frenan porque estamos convencidos de que estamos viendo el cuadro completo, la realidad total, cuando en verdad lo que observamos es siempre parcial y limitado por nuestros mapas mentales. Nuestros puntos de vista nunca son absolutos. Nuestra manera de percibir las circunstancias está afectada por nuestra cultura, historia, emociones, lenguaje y características físicas. Con el fin de que puedas alcanzar todo tu potencial y no te atasques en creencias limitantes, sino que puedas avanzar con tus proyectos y tu vida, quiero exponerte tres bloqueadores internos de tu carrera o empresa, y compartirte cómo puedes superarlos.

BLOQUEADOR INTERNO #1: MENTALIDAD RÍGIDA (vs MENTALIDAD DE CRECIMIENTO)

Se le atribuye a la psicóloga Carol Dweck la acuñación de los términos Mentalidad Rígida (fixed mindset) y Mentalidad de Crecimiento (growth mindset), los cuales fueron popularizados en su libro publicado en el 2006 titulado en español: “Mindset: La Actitud del Éxito” (“Mindset: The New Psychology of Success”).

Sin pretender simplificar este excelente libro en unos cortos párrafos, podemos afirmar que la diferencia esencial entre una persona con mentalidad de crecimiento y otra con mentalidad fija, es que la primera cree que los atributos, talentos y cualidades pueden ser aprendidos, desarrollados y optimizados, mientras que la segunda tiende a creer que los dones y habilidades son algo estático: si naciste con ellos los tienes y si no, no. Son aquellos que afirman: “Si se te dificulta entenderlo o lograrlo, no naciste para eso.” Ahora bien, esta simple diferencia en la manera de vernos ya sea como productos transformables o como productos terminados, tiene un impacto trascendente en el desarrollo de cada individuo, incluso en sus niveles de esperanza. Pasar de una mentalidad rígida (los dones son innatos) a una de crecimiento (puedo desarrollar nuevas habilidades) tiene un impacto transformador que literalmente no tiene límites. Equivale a cambiarnos de una mirada limitante que produce muchas excusas, a otra enfocada en posibilidades que produce grandes ideas.

Y tú, ¿eres de los que piensan que con los talentos se nace? ¿Qué si eres talentoso en un área se te tiene que hacer fácil? Uno de los más grandes genios de la música, Ludwig Van Beethoven, afirmaba que su padre alcohólico lo presionaba tanto para que practicara el piano, que él debía haber crecido detestando a la música. Afortunadamente no fue así y esas largas horas de ensayo fueron las que lo llevaron a la cumbre de su capacidad interpretativa. Mohammed Alí, uno de los más grandes boxeadores de peso pesado del siglo XX, acostumbraba a contar las repeticiones en sus entrenamientos a partir de cuando comenzaban a dolerle los músculos porque “antes de que duelan, no cuentan.” Esa práctica le permitió activar todas sus capacidades físicas y talento. Con muy contados casos de genios naturales (cuyo origen la ciencia sigue sin explicar), hasta los seres humanos más talentosos tienen que esforzarse, y por lo general, esforzarse mucho para lograr sus sueños. Y en este competido mundo el éxito requiere no solo de talento, sino de profunda pasión y sin duda de muchísima práctica y repetición diarias.

“Genialidad es 1% inspiración y 99% transpiración.” Thomas Edison

Si eres una persona convencida de que sus talentos esenciales no se pueden desarrollar, estás viviendo bajo un techo invisible y de tu misma estatura (o más pequeño) el cual te impide crecer. Eres como una bellota sembrada en una pequeña maceta o un águila tratando de sobrevivir en un gallinero. Necesitas abrir espacio para echar raíces que soporten el árbol de roble que realmente eres.

La buena noticia es que la neurociencia ha demostrado contundentemente que el cerebro se transforma a partir de lo que pensamos, hablamos y aprendemos. Cuando intentas hacer malabarismos con varias pelotas, tocar la guitarra, golpear rítmicamente una pera de boxeo o aprender a hablar un nuevo idioma, tu cerebro desarrolla nuevas conexiones neuronales entre cada sinapsis, modificando literalmente la topología de este órgano, permitiéndote mejorar esas capacidades y fluir mejor en cada habilidad. A esto los científicos le llaman neuro-plasticidad. Y lo mejor de todo es que lo mismo ocurre con el desarrollo de competencias blandas, tales como aprender a escuchar activamente, manejar conflictos, hablar en público o dar retroalimentación constructiva. ¡Podemos aprenderlas, desarrollarlas y perfeccionarlas!

El cerebro es tan poderoso que el visualizar diariamente una actividad física, como por ejemplo hacer cien lanzamientos de pelota imaginarios a una cesta de baloncesto, produce una mejoría casi comparable al hacerlos realmente. Entonces, ¿cuál es la combinación perfecta para el éxito? Ambas. Haz los cien lanzamientos y además visualízalos. ¡Cada día!

El libro “El Cerebro que se Cambia a Sí Mismo” de Norman Doigde, abunda en ejemplos que derribaron para siempre la antigua creencia de que el talento es innato y de que el cerebro viene con un cableado rígido que se desarrolla solo hasta cierta edad, después de la cual ya no hay posibilidades de desarrollarse más. El autor comparte ejemplos detallados de personas que estaban paralizadas o a quienes incluso les faltaban porciones importantes de su cerebro que, luego de perseverar en técnicas y ejercicios diseñados para ello, desarrollaron sus habilidades cognitivas de manera impresionante, llegando a recuperar e incluso superar sus capacidades previas. De allí el nombre del libro.

Tus habilidades pueden desarrollarse, optimizarse, afirmarse, profundizarse, perfeccionarse. El primer paso para salir de la mentalidad rígida y en dirección a tu crecimiento, es cambiar tu mirada respecto a cómo te ves. La ciencia nos enseña que con la práctica apropiada y repetida podemos ser mucho más eficaces en cada una de las áreas que deseamos y necesitamos hacer crecer y mejorar. Si no eres hábil en aquello que deseas serlo, y tienes un genuino deseo de romper ese límite que está obstaculizando tu avance, quiero decirte que es posible. Empieza por responderte estas preguntas:

  • ¿Qué te impide intentar eso que tanto anhelas alcanzar?
  • ¿A qué le temes? ¿A la opinión de otros, al fracaso o al esfuerzo?
  • Del 1 al 10, ¿qué tanto anhelas superarte en esa área específica?
  • ¿Cómo impactaría tu vida el sobresalir en esa área? ¿Cómo te visualizas allí?
  • ¿Con quién compartes tus sueños y metas? ¿Con inspiradores o con mata-sueños?
  • ¿Qué porcentaje de tu tiempo pasas rodeado de gente que te inspira?

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