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LIDERAR SIRVIENDO

“…el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.” Jesús en Marcos 10

Aunque se le atribuye a Robert Greenleaf el haber popularizado la expresión “Liderazgo de Servicio” en su ensayo “El Sirviente como Líder” publicado en 1970, pienso que ya hace dos mil años Jesús, al igual que sus discípulos, desplegó ese liderazgo que hoy se llama de servicio de una manera impecable el cual, desde entonces y hasta ahora, sigue siendo la base de la filosofía de vida que vino a enseñar.

Según Greenleaf el líder debe buscar primeramente el beneficio y el bienestar de aquellos a quienes lidera, nutriéndolos, desarrollándolos y sirviéndolos para formar nuevos líderes. Propone cambiar la expresión “Yo lidero” por “Yo sirvo” llegando así a dos premisas esenciales: “Yo sirvo porque soy el líder” y “Yo soy el líder porque sirvo.”

Joseph (Joe) Iarocci, autor de “Liderazgo de Servicio en el Lugar de Trabajo”, propone una distinción para lo que identifica y distingue a un Líder Sirviente en el ambiente laboral. Él lo resume magistralmente en 3 prioridades, alcanzadas mediante 3 principios, los cuales se sustentan sobre 3 prácticas:

  • Las tres prioridades claves: Desarrollar a la gente, construir un equipo confiable, y alcanzar resultados
  • Los tres principios claves: Servir primero, persuadir y empoderar
  • Las tres prácticas claves: Escuchar, delegar y conectar con una misión

Siendo gran admirador de la figura de Jesús y de su indudable liderazgo que alcanzó a dividir la historia de la humanidad en antes y después de su nacimiento, y considerando que aún hoy vemos su impacto en las vidas de más de dos mil cuatrocientos millones de personas a todo lo largo y ancho del planeta, me propongo en este artículo describir como Jesús modeló las prioridades, los principios y las prácticas del líder servidor de las que habla Iarocci.

Mi único objetivo es que, si tú deseas asimilar algunos aspectos de este Liderazgo de Servicio en tu estilo personal, el hecho de reconocer esos atributos en un personaje conocido, te hará más fácil dicha incorporación.

Por ello estaremos conectando los puntos que resalta Iarocci con acciones específicas de Jesús según lo describen las Escrituras.

Comencemos por las Tres PRIORIDADES de las que habla Iarocci: 1. Desarrollar a la Gente; 2. Construir un Equipo Confiable, y 3. Alcanzar Resultados ¿Cómo lo hizo Jesús?

Desarrollar a la gente Jesús escogió a sus discípulos de una manera muy poco ortodoxa. Si bien procuró multifuncionalidad contratando a pescadores y empresarios, llama la atención que incluyó a un zelote (quienes eran anarquistas políticos que querían derribar el imperio romano), a un cobrador de impuestos (profesión profundamente despreciada por los israelitas), y además a Judas que, si bien no sabemos que profesión tenía, si sabemos que era el tesorero del grupo y que además era ladrón. Observamos también que Jesús valoraba la diversidad ya que le seguían hombres y mujeres no solo israelitas sino también griegos, tanto pobres como adinerados e influyentes.

Pero Jesús no desarrolló a su equipo enseñándoles teorías sino inspirándolos. No los convencía con ideas o consejos sino transformándolos con vivencias. No los entrenaba en conductas teóricas que debían repetir, sino modelando delante de ellos una vida ejemplar pero real, de mucha exigencia pero genuina, con absoluta integridad pero con humana tolerancia hacia los errores… Jesús desarrollaba a su gente

Construir un equipo confiable Ocasionalmente los enviaba en parejas con instrucciones bien específicas, entrenándolos para cumplir la misión, cuando les tocara a ellos tomar la batuta y continuar la obra solos. Jesús preparaba a sus sucesores en la tierra y ellos ni siquiera se percataban de lo que ocurría.

Dentro del grupo de unos ciento veinte seguidores cercanos, escogió doce reportes directos como pioneros (los apóstoles o “enviados”) pero seleccionó a tres de ellos como los líderes principales (Pedro, Juan y Santiago).

Aunque muchos de ellos servían a Jesús con alimentos, sus propios bienes y le atendían, es claro en las Escrituras que Él siempre estaba atento a sus necesidades, al punto de lavarle los pies para darles una lección de verdadera humildad. De hecho, luego de lavarle los pies les dice algo como: “Ven lo que he hecho. Ustedes me llaman Maestro y Señor y está bien porque lo soy…” En otras palabras, no sufría de falsa humildad.

Pero a pesar de su tremenda sabiduría, respetaba a las autoridades. En la famosa boda de Caná, donde transformó agua en el mejor de los vinos, le dijo a los meseros que antes de servirlo, se lo llevaran al jefe de los camareros para que él lo catara. Aunque sabía que el vino transmutado del agua era exquisito, respetó la responsabilidad del área de “control de calidad” pidiéndole su evaluación antes de que se distribuyese entre los alegres invitados. Jesús construyó un equipo confiable (excluyendo a Judas, quien jugaba un rol especial, claro está).

Alcanzar resultados Si consideramos que todos sus discípulos murieron de maneras dolorosas y cumplieron sus misiones específicas dejándolo todo (bienes, familias, aldeas, comodidades, costumbres, propiedades, ahorros, etc.), y que un tercio de la humanidad hoy en día afirma seguir a Jesús, podemos concluir que su equipo alcanzó (o quizás superó) los resultados propuestos. Nuevamente Jesús modela la estrategia literalmente muriendo en una cruz para conseguir su objetivo sublime. Definitivamente nadie lo supera en cuanto al foco en resultados.

Aparte de los seguidores de Jesús, quienes eran miembros de su equipo, tenemos a las multitudes a quienes podríamos llamar los clientes ya que eran su objetivo primordial y la razón de su misión. Ya a los doce años de edad, cuando se les perdió a sus padres, quienes solo 3 días más tarde lo hallaron muy tranquilo debatiendo y enseñando entre los fariseos y otros líderes religiosos, el adolescente le dijo a su madre que le convenía estar en los “negocios de su Padre.” Ellos eran los receptores de su mensaje y del de sus discípulos, y el foco en ellos era tal que si de cien clientes alguno perdía uno, dejaba seguros a los noventa y nueve y partía a recuperarle.

Gracias a ese equipo y a su capacidad de replicar líderes, la iglesia cristiana aún permanece fuerte y es altamente influyente en casi todas las sociedades del mundo luego de transcurridos dos mil años. Jesús alcanzó y sigue alcanzando hoy nuevos resultados.

Continuemos con los Tres PRINCIPIOS: 1. Servir Primero; 2. Persuadir, y 3. Empoderar

Servir primero Este principio eleva el liderazgo desde el objetivo generalizado de ser efectivo hasta el propósito de ser trascendente, como lo podemos ver en grandes personajes como Gandhi, Madre Teresa y Martín Luther King Junior, quienes fueron mucho más allá de servirse a si mismos. Ellos sirvieron a otros para poder servir a su misión.

Un buen líder servidor está prácticamente obsesionado con la visión y no consigo mismo. No está afanado consiguiendo el éxito por sí mismo ni para sí mismo porque no se trata de él o ella, sino de facilitarle al equipo el mantenerse en el camino que lo conduzca más eficientemente al logro de la visión. Jesús en una oportunidad estaba muy cansado y de duelo por la muerte de Juan el Bautista, por lo cual se marchó en un bote con sus doce discípulos para ir a la otra orilla a descansar. Sin embargo, al otro lado lo estaban esperando muchos. A pesar del cansancio, al ver a este grupo de gente se compadeció de ellos porque eran como “ovejas sin pastor,” e inmediatamente comenzó a enseñarles y servirles.

En múltiples ocasiones leemos en los Evangelios que el Maestro fue interrumpido cuando predicaba o viajaba porque alguien lo necesitaba y, sin excepción, estuvo siempre dispuesto a dejar lo que estaba haciendo para satisfacer la necesidad de quien sea que se lo requiriera, fuesen israelitas, griegos o romanos, fuera una persona respetable o no; hombre o mujer, influyente o no. Jesús sirvió primero y sin objeciones

Persuadir El hablar de Jesús incluía frecuentemente simples pero poderosas metáforas relacionadas con las aves y las flores, reyes y tesoros, ovejas y sembradores, pero que eran inolvidables e irresistibles tanto por su sencillez que hasta un niño podía disfrutar, como por sus vívidos personajes con los que cada oyente podía identificarse. Jesús conocía el poder de una historia. Sus ejemplos eran altamente educativos y fáciles de memorizar.

Además, sabía hablarle a cada persona en su propio lenguaje identificándose con cada uno, haciéndoles sentir su amor y que eran importantes para Él, que eran únicos. Sin embargo, no dudaba en confrontar directa y claramente a quien lo requería, y en casos extremos (como cuando hubo de sacar a los vendedores en el templo de Salomón), mostró su bien balanceado liderazgo situacional. Por eso los echó del fuera de los atrios, derribando las mesas llenas de monedas y sacando bueyes y ovejas y aún a las aves de sus jaulas, con un azote de cuerdas, aunque probablemente sin golpear a nadie. No hay duda de que Jesús sabía persuadir

Empoderar En una oportunidad Jesús envió a setenta de sus seguidores a prepararle el camino “abriendo sendero”. Les dijo exactamente lo que tenían que hacer y cómo actuar donde se les rechazara. Además, les confirió no solo la responsabilidad sino también la autoridad para lograrlo. Les decía algo que podemos parafrasear como “hagan esto y también aquello en mi nombre”, es decir “con mi autoridad”, “como si ustedes fuesen yo mismo.” Además, los motivaba empoderándolos a hacer cosas mayores que las que Él ya hacía.

Empoderar a alguien implica darle autoridad y confiar en que lo pueda hacer mejor que el que lo envía. De eso se trata, de avanzar hacia una misión, no de quien está a cargo. Jesús sabía empoderar

Y terminamos con las Tres PRÁCTICAS propuestas: 1. Escuchar; 2. Delegar, y 3. Conectar con la Misión

Escuchar Solo cuando el líder no está preocupado por sí mismo ni por su imagen sino por la misión y por el equipo al que sirve para lograrla, sus oídos están realmente abiertos. No filtra. No escucha selectivamente, no oye solo lo que quiere oír ni rechaza lo que no. Está abierto a nuevas ideas, al desacuerdo, a la retroalimentación y al debate. Si la idea de un miembro de su equipo es mejor que la de ella para el logro del objetivo o misión, la acepta, apoya y la promueve.

En una oportunidad Jesús sanó a un ciego y posteriormente “oyó” que había sido expulsado de entre los judíos. Inmediatamente fue a buscarlo para continuar su proceso de discipulado y usarlo así para el Reino. Jesús no solo sabe escuchar, sino que además conoce el corazón de cada persona mientras que, su humildad le permite ser objetivo. Jesús tenía empatía, sabía escuchar completamente

Delegar Una de las frases más famosas de Jesús es “las obras que yo hago, y aún mayores, ustedes las harán…” Jesús no tenía ninguna preocupación porque alguno de sus discípulos pudiera llegar a superarlo. De hecho, quería que ellos hicieran maravillas. No estaba preocupado porque le dieran su “puesto” ni por ser tratado de cierta manera. No vemos en ninguna parte de tuviera temor de no ser reconocido como “cabeza” de su movimiento (de hecho, la única vez que lo vemos decir que Él era el líder, fue cuando vinieron a apresarlo, y lo hizo para que dejaran ir a su equipo y a sus seguidores).

Como vimos más arriba en el principio de Empoderar, Jesús enviaba a los miembros de su equipo “en su nombre”, lo que técnicamente quiere decir en su representación. Del mismo modo que un presidente envía a un embajador a otra nación y le delega autoridad para firmar acuerdos y tomar decisiones de acuerdo con los principios, valores e intereses de su nación; o como aquel ejecutivo que envía a algunos miembros de su equipo a negociar un importante contrato mediante una autorización o poder legal, así el Maestro enviaba a los suyos a avanzar sus ideas. Respetaba completamente aquel principio de primer semestre de administración que nos dice que la Responsabilidad debe ser igual a la Autoridad.

El líder servidor no busca seguidores sino busca replicarse en otros para que a su vez ellos lideren y se repliquen, acelerando así exponencialmente el logro e impacto de la visión compartida. Jesús delegaba

Conectar con una misión Este probablemente es el punto mas impresionante del liderazgo de Jesús. El buen líder servidor logra que muchos le sigan más atraídos por el “para qué” le van a seguir que por el “a quién” van a seguir, porque la misión es mucho más relevante para él o ella que su reputación.

Al hacernos conectar en mente y corazón con una misión que es mayor a todos, el líder genera una transformación profunda: no te hace votar por un partido sino promover una ideología; no te anima a hacer dieta sino a transformar tu estilo de vida; no opera solo en el nivel de las emociones sino en el del carácter.

El líder servidor no usa ni manipula a la gente, sino logra su misión a través de ellas. Sirve a sus seguidores para que tengan éxito y mayor impacto. No le preocupa su imagen sino la idea que lo guía (u obsesiona). No es guiado por las circunstancias sino por sus convicciones. Jesús sabía conectar a la gente con su misión.

No tengo dudas de que Jesús ejerció un ejemplar Liderazgo de Servicio.

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